martes, 7 de junio de 2011

Indignados e indignos

El que se indigna es aquel que se irrita o enfada vehemente con alguien.
El indigno es aquel que es inferior a la calidad o mérito de alguien o no corresponde a sus circunstancias.

No resulta complicado reconocer a unos y otros. Los indignados no solamente estamos en la Plaza de Sol o de otras ciudades de España, somos los que miramos las facturas de la luz con la boca abierta o pensamos dos veces sacar el coche porque el precio de la gasolina es prohibitivo, somos los  padres que de reojo miran a sus hijos porque en la ESO no saben quién es Napoleón, somos los que dedicamos meses buscando trabajo sin encontrarlo o con una formación que hace algunos años sólo era para los privilegiados, trabajan más horas que un reloj por una miseria “para empezar”, somos los que con 3 décadas a la espalda vivimos con nuestros padres no porque queramos (aunque les queremos), sino porque no existen más opciones, somos los que tememos combinar dos colores, rojo y amarillo, en determinados lugares de España.

Somos los que vemos cómo las personas que nos representan, que hemos votado tienen en su mesilla de noche el libro de la NO transparencia-responsabilidad-ética, de la SI Demagogia-incertidumbre-desconfianza.

¿Cuándo ha sido normal decir no voto a quien quisiera, sino al menos malo o no iré a votar porque no me veo representado?
Estamos en crisis, cierto es, pero es en momentos de crisis es cuando se sabe de qué pasta está hecho uno. A mi siempre me lo han enseñado así mis padres.
 Para algunos la crisis tiene nombre y apellidos, para otros son cifras y gráficas con colores.

¿La causa de la indignación? El trato injusto.
Echándole un ojillo a un libro de Daniel Goleman, encontré este fragmento que sin esxtralimitarnos, puede venir  al caso; “El resentimiento puede verse fuertemente reactivado, pero la clave para ello, es la sensación de haber sido tratado injustamente. El odio, al igual que el resentimiento, es muy duradero e implica, al menos, tres emociones: el disgusto, la ira y el desprecio
Me quedo con "...es la sensacin de haber sido tratado injustamente...", "...es muy duradero..." y "...al menos implica tres emociones; el disgusto, la ira y el desprecio". 

Siguiendo en esta línea de psicología de nivel, con aplicación a la vida real las tácticas recomendadas para atajar la indignación, en clave de Inteligencia Emocional, por Doris Martín son las siguientes:


Introspección: es el punto de partida de todas las estrategias y resulta de gran ayuda contra la indignación. Se trata de la auto-observación en situaciones en las que corremos el peligro de dejarnos llevar por la cólera, es decir, ira, enojo o enfado.
La introspección es la condición previa para conseguir interrumpir el automatismo de la indignación y hacer una nueva valoración de la situación que ha desencadenado en indignación.
Quizás los indignados llevamos demasiados tiempo desarrollando esta técnica.

Dar una interpretación positiva a la situación: Hacer una nueva valoración es la fórmula mágica psicológica para desactivar este tipo de emociones.
Quizás los indignos llevan demasiado tiempo utilizando esta técnica en su favor, pero con el añadido, entre otras cosas, de la manipulación y falta de transparencia.

Actividad física, relajación y distracción: La actividad física, la relajación muscular, la distracción ayudan a reducir la intensidad de la excitación provocada por la indignación.

Autoafirmación: No siempre lo más sensato es quitarle importancia a la indignación, hacer una valoración de la misma o canalizarla hacia actividad física. A menudo debemos defender nuestros intereses.
Esta parece ser la estartegia en la que muchos, los que están y no en las plazas, nos posicionamos.
La reglas que pueden ayudar:
-          Si está muy excitado, antes de interpelar a otro, teniendo en cuenta sólo aspectos fisiológicos, han de transcurrir al menos 20 minutos para que el organismo se haya apaciguado.
-          Para que la conversación sea efectiva, se han de formular mentalmente y de antemano, los argumentos a utilizar.
-          Se ha de mantener un tono tranquilo e imparcial y un lenguaje corporal neutro.
-          Uno ha de limitarse, en su crítica, al hecho en concreto, evitando reproches globales.

Ser capaces de defender nuestros propios intereses, nos permite sentirnos menos amenazados y actuar de un modo más relajado.

Esta es una manifestación clara de inconformismo, de apuesta por el cambio, de esperanza. No obstante, se han de utilizar otros medios y vías formales, además,  para canalizar adecuadamente los esfuerzos, de manera que estos primeros pasos no queden en agua de borrajas.

1 comentario:

Unknown dijo...

¿Cómo crees tu que podemos participar en el cambio?