jueves, 24 de noviembre de 2011

La mujer del César no sólo debe ser buena, sino parecerlo

La marca de una organización, empresa o compañía, determina quién es, cómo es y qué hace.


La marca, considerada como la tarjeta de presentación de toda entidad, apuesta hoy por una idea de gran sensibilidad y connotación “altruista”; ponerse al servicio del interés común, trabajar para obtenener beneficio económico, pero evitando el impacto negativo. Cada vez más se habla de responsabilidad social corporativa, ética empresarial y el buen gobierno, la transparencia, el valor del empleado, la felicidad y satisfacción del cliente y un largo etcetera que llena la boca de buenas palabras, aunque, en ocasiones, de contenidos vacíos.


Son aspectos, ahora fundamentales en las entidades que quieren destacar. 
 Ha quedado atrás la valía del producto o la calidad del servicio, no porque no sea valorado, sino porque parece que es un objetivo superado. Siguiente objetivo, además ofertar lo mejor, buscar el equilibrio para causar el menor impacto. 
No es que la empresa, organización o entidad haya dejado en un segundo plano los beneficios económicos, sino que ahora gran parte de los beneficios dependen de la reputación que se genere.
La ecuación es simple:
Mejorar la marca implica que la reputación impacte en la actitud del cliente y esto genere recomendaciones. Éstas a su vez generan negocio.


Marca = buena reputación+ recomendaciones = negocio


Ahora la marca es promesa. Ha de probar y demostrar que cumple todo aquello a lo que se compromete.  Volvemos a la época en la que dar la palabra era la garantía necesaria para cerrar un trato, lo contrario implicaba la pérdida del honor, ahora su equivalente sería la reputación de marca.

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