Generación perdida, fuga de cerebros, paro… La crisis lleva de la mano todas estas connotaciones y realidades para el profesional joven, que tras varios años de preparación, se encuentra con el panorama de un desolador mercado laboral en el que parece estar prohibido conceder oportunidades.
Crisis, la palabra que probablemente más se lee, dice y escucha de los últimos meses. Al escucharla, en lugar de pensar en ella como lo que es, una mutación importante en el desarrollo de cualquier proceso, tendemos a observarla desde el punto de vista del vaso medio vacío. Parece inevitable pensar en negativo.
El término crisis, en japonés, está compuesto por dos caracteres; peligro y oportunidad. Jose Manuel Durao Barroso, Presidente de la Unión Europea calificaba, en el mes de enero, de escandalosas las cifras de paro juvenil que presentan algunos países de la Unión Europea , en las que España va en cabeza con más de un 40%.
Un 15% de los jóvenes españoles ni estudian, ni trabajan y el abandono escolar es del 30%.
Sin embargo, los datos, no son el peligro, el peligro está en despreciar la oportunidad de un periodo de cambio.
Es un buen momento para continuar formándose, viajar, mejorar y perfeccionar idiomas. El tiempo invertido en formación es tiempo ganado, mejor dicho; el tiempo no invertido en formación, es tiempo perdido. Teniendo siempre presente que no hay que ocupar el tiempo arbitrariamente, sino pararse a reflexionar sobre las cualidades y carencias de uno para elegir adecuadamente y aprovechar el tiempo eficientemente.
El mercado laboral cruza nuestras fronteras, existe una alta demanda de profesionales cualificados en otros países.
Lo verdaderamente importante, en una época cuyo aspecto central es la crisis, es decir, oportunidad o peligro, es intentar, ante todo, no dejar de ver la oportunidad. No quedarse parado.
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